Las mujeres sin hogar son un colectivo donde las discriminaciones se solapan: son mujeres, sin recursos y, prácticamente en su totalidad, víctimas de algún tipo de violencia. “La mayoría de ellas presentan problemas de salud mental, han vivido situaciones de abuso o han sido víctimas de explotación sexual”, nos explica nuestra compañera Lorena Meño, de la Obra Social San Juan de Dios y experta en sinhogarismo y exclusión social. “Por ser mujeres, son un colectivo doblemente vulnerable y se intenta trabajar con ellas más rápido. En los casos de situación de calle por salud mental suelen rechazar nuestra intervención, aunque los compañeros siempre controlan que estén bien. Es un trabajo muy complicado”, concluye.
Tradicionalmente, se ha pensado que las mujeres representaban entre el 10 y el 15% de personas sin hogar, pero la realidad es mucho más compleja y está condicionada por la violencia y los problemas de salud mental. “No existe un registro específico de las mujeres sin hogar. La mayoría de ellas presentan problemas de salud mental y es difícil identificar si estos problemas les han venido antes o después de la situación de sin hogar, pero lo que sí está claro es que la calle desgasta mucho y puede provocar o incrementar si hubiera antecedentes” explica Lorena. La falta de registro e identificación es la causa de que no se haya articulado hasta ahora los recursos adecuados dirigidos a ellas.
A diferencia de los hombres, las mujeres sin hogar en su mayoría no están en la calle y de ahí la creencia de que no había: si no se las ve, no existen. “Las mujeres evitan a toda costa acabar en la calle, van a habitaciones compartidas en un piso, al cuidado de mayores o trabajan de internas, o incluso, deciden ejercer la prostitución. Pero no son sitios estables: pueden perder esa seguridad en cuanto las echan o pierden el trabajo”. Son declaraciones de Sonia Panadero, investigadora y psicóloga de la UCM para un artículo en El Confidencial (febrero 2020). Desde la organización Provivienda, y en la misma línea que Panadero, también denuncian la existencia de un sinhogarismo indirecto, feminizado y muy invisibilizado: mujeres víctimas de violencia de género en casa, pero que tienen miedo también de acabar en la calle por ser agredidas ahí.
Pisos Tutelados San Juan de Dios
“Huimos desde Colombia. Cuando llegamos, estábamos en la calle y sentíamos mucho miedo. Gracias a San Juan de Dios estamos bien. Marta nos ha brindado todo su apoyo poniéndose en nuestro lugar y nos ha ayudado en todo” nos cuenta Ivana, solicitante de asilo y quien, junto a su pareja, antes de ocupar uno de los pisos tutelados para mujeres de la Obra Social San Juan de Dios, dormían en un coche.
Marta Rodríguez, trabajadora social del Albergue San Juan de Dios de Madrid, sonríe tímida detrás de su mascarilla y no puede ocultar el amor infinito que siente por su trabajo. Reflexiona sobre lo injusto que es juzgar a quien está en la calle sin saber qué circunstancias le ha llevado a esa situación y defiende una relación cercana y de confianza entre trabajadores sociales y usuarios: “También somos un apoyo emocional, ¿verdad?”, nos cuenta mirando con complicidad a Ivana. “Cuando les pasa algo, yo lo siento. Ellas me llaman muy nerviosas con algún asunto y aunque yo no sepa solucionarlo en el momento, les digo “Venga, veniros aquí: vamos a ver cómo lo hacemos”. Es fundamental tender la mano y decir “No estás sola”, hacerles sentir que tienen a alguien aquí que les apoya y no sólo a nivel administrativo”. Ivana asiente y sus ojos sonríen al decir: “Cuando nos dieron las llaves del piso… ¡dimos saltos de alegría! No nos lo podíamos creer. Esto nos ha permitido estar tranquilas. Ahora mi pareja tiene trabajo y yo estoy buscándolo con la ayuda de Marta”.
Son meses de espera hasta la aprobación de la solicitud de asilo y Marta tiene claro su deseo: “Trabajo para las mujeres. Tienen derecho a trabajar y así no depender de ninguna organización. Todavía existe el pensamiento equivocado en nuestra sociedad de que “Ahí, viven tan a gusto”, pero ellas están deseando salir, tener su trabajo y ser independientes. Y yo voy a ayudarlas en todo lo que pueda hasta que lo consigamos juntas”.